Thursday, October 06, 2011

"Los limeños tenemos esa extraña costumbre de ventilar los ambientes"
"En Lima, los pájaros cantan"


"Bienvenidos al aeropuerto internacional Jorge Chávez. La hora local en Lima es..." Cada vez que escucho esta frase, me lleno de alegría. No puedo negarlo. De pronto, una lágrima cae sin poder yo contenerla. Puede que mi terror a los aviones contribuya con el sentimiento, pero llegar a Lima es demasiado emotivo para mí.

Claro, como a cualquier limeño la emoción me dura lo que demora salir del aeropuerto. El caos y el paisaje que se percibe es deprimente. ¡Lima es horrible! Nadie puede negarlo. Lima es una ciudad invadida por automóviles, camiones, camionetas, una tras otra... generando que el paisaje sea solo "camión, camión, carro, camión, combi, carro, camioneta, carro, carro, carro" y cuando logras levantar un poco la vista ... porque tampoco es que los carros sean super lujosos y por tanto, bellos de ver, sino que son viejos y las combis se caen a pedazos y los camiones también, porque puede haber autos de lujo, puede que las ventas de autos superen cada año los estimados, pero la plaza automotriz es una desgracia en Lima. ¡Una desgracia total! Todos los autos -o.k., la mayoría- son viejos y sucios e inundan el campo visual de una manera que sólo deseas cerrar los ojos.

... Pero bueno, cuando logras levantar la vista, te encuentras con edificios sucios o ventanas que parecen espejos o letreros chillones, uno sobre otro de pollos a la brasa o chifas o llantas o mecánicas o institutos de inglés, de cocina, de cómputo, de enfermería... por toda la Arequipa, por toda La Marina.

No hay espacios abiertos, no te permiten una vista continuada sino interrumpida. Es claustrofóbicamente dañino. Y triste. Porque hay tanta arquitectura "colonial", en el Centro de Lima, en el Rimac, en El Callao. Edificios preciosos, plazas, piletas, y demás... llenas de polvo, de maderas, de ropa colgando al sol. Y entonces, ya no quieres ver, te da dolor de cabeza. Y te refugias en tu pedacito de ciudad: San Isidro, Miraflores, Lince.

Un amigo me dijo "qué triste sentirte cohibido en tu propia ciudad" cuando le dije que me daba miedo caminar por ciertos sitios. Creo que desde entonces, me encanta caminar. Pero me gustaría caminar más, caminar más, descubrir más cafés, más librerías, cambiar de imágenes en mi cabeza. Porque los paisajes ya me los sé de memoria y cansan. Tal vez a todo el mundo le pase lo mismo; tal vez todos tengan su "etapa de negación"; tal vez no haya descubierto la ciudad perfecta; tal vez lo de sedentario no sea tan propio del ser humano.

Wednesday, October 05, 2011

El aeropuerto internacional de Atlanta (EE.UU.) -cuyo nombre no sé.


El aeropuerto internacional de Atlanta (EE.UU.) -cuyo nombre no sé- es uno de los más grandes del mundo. Estuve ahí por primera vez cuando tenía 15 años. Tiempo después me sorprendí de no haberme perdido en aquella ocasión. La gente comentaba de tal manera la grandeza del mismo que a cualquiera le daba miedo pasar siquiera por ahí. Esa vez estuve sola; y el recuerdo es un poco más que meramente borroso. Recuerdo haberme subido al tren para dirigirme de un terminal a otro; recuerdo haberme parado sobre la plataforma de las maletas -pues pesaba mucho mi equipaje- y haber sido resondrada por los guardias que estaban ahí -dos mujeres negras muy grandes; recuerdo que mi asiento en el avión fue entre dos hombres blancos muy grandes y anchos -Army por completo. Y ya. No recuerdo más de ese aeropuerto.
Hace unos meses regresé al aeropuerto internacional de Atlanta (EE.UU.) -aún no sé cuál es su nombre; y los recuerdos los tengo mucho más frescos. Hay cantidades inmensas de gente, todo el día, ya en exceso. Las colas para los baños se parecen a las del aeropuerto internacional de Panamá -cuyo nombre tampoco sé- para el mismo servicio. El tren que te lleva de un terminal a otro es el mismo -tal como lo tenía en la cabeza- pero no es suficiente. Incluso dentro de los terminales, las caminatas son interminables. Sin embargo, el gran problema del aeropuerto de Atlanta (EE.UU.) -cuyo nombre no sé- es la cantidad de aviones que aterrizan y despegan de ese lugar. Al comienzo, es bonito verlo desde la sala V.I.P. Me encantan los aviones; por lo que una de las cosas que más extraño de mi universidad es ver los aviones saliendo o llegando al aeropuerto internacional de mi país. Verlos en Atlanta fue genial.... por quince minutos. Luego, se volvió insoportable. Ni bien despegaba uno, ya otro estaba llegando. Ni bien llegaba uno, ya otro estaba en la fila de espera para salir. Y en el cielo, uno venía, el otro se iba, otro cruzaba de derecha a izquierda, y ya otro estaba bajando del cielo. ¡Una cosa de locos! Sí, yo entiendo: es un aeropuerto internacional, uno de los más grandes del mundo; pero todo tiene un límite, la moderación siempre es buena. Terminé alejándome de la ventana. Terminé prendiendo mi computadora. Terminé odiando el tráfico aéreo. Ya sentía mareos y náuseas. ¡Fue terrible!
La próxima vez que vaya al aeropuerto internacional de Atlanta (EE.UU.) -cuyo nombre no sé-, me subiré al trencito para ir de un terminal a otro, comeré en Friday's y me echaré en el suelo a dormir un rato. La próxima vez que tenga que hacer escala en el aeropuerto internacional de Atlanta (EE.UU.), trataré que sea la más breve posible. A la gente la soporto, me entretiene; pero los aviones acaban con mi paciencia. Me gusta más verlos desde lejos, uno a uno, sin que innunden mi campo visual. Cielo y un avión; cielo y otro avión; pero no cielo y mil aviones.

Monday, October 03, 2011

Con fe...

En el óvalo Gutierrez hay tres librerías. Siempre ha habido tres librerías, solo que ahora -"ahora" en tanto que recién me he dado cuenta de ello- Ibero Librerías está reemplazando al Fondo de Cultura Económica.

Fue en esta última donde compré un libro sobre la CIA ("Las torturas mentales de la CIA") y fue en este libro donde aprendí el significado de la palabra "lobotomía", lo cual me evitó buscar la palabra en el diccionario cuando mi jefe lo mencionó en su correo de respuesta a mi pedido de salir más temprano debido a una cita con el doctor. En todo caso, me alegró ver a Ibero al costado de Época. Pero eso fue despúes de salir de Crisol.

Crisol del óvalo Gutierrez está siendo remodelado; y el fastidio por las cajas de cartón y el desorden aumenta por el calor que se siente en sus ambientes. Sin embargo, encontré libros muy buenos: uno de Saramago, uno sobre el cine y Horacio Quiroga, uno de gramática del inglés y uno de la editorial Anagrama. Ya me había olvidado del libro de Yoani Sánchez, y verlo en Crisol hizo que hoy revisara su blog (ojo, que es punto y no coma).

Pero el calor y el desorden eran tal que no insistí en quedarme un rato más. Tampoco es que hubiera un lugar para leer. Ya afuera noté a Ibero (yo tenía intenciones de ir a Laritza). No es que sea fan de Ibero -de hecho, creo no tener una librería preferida-, pero he de admitir la gran alegría de verlo tan cerca. No intenté siquiera entrar a Época. No sé si sea el logo pero a pesar de su grandeza no me llama la intención entrar a esa librería. Creo que de hecho entré una vez, y es precisamente la grandeza del edificio lo que me intimida: tan grande y con tantos libros me marea; incluso, siento náuseas. Es la misma sensanción que se genera cuando estoy frente al stand de libros en los supermercados. Entonces, tal vez no sea la grandeza; tal vez sea el amarillo de su logo.

En fin, entré a Ibero y me gustó ver la "mesa" para leer. Pero no me imagino leyendo en una librería peruana; salvo en el local de El Virrey en Miraflores -y esto se debe a los espacios amplios que tiene, aunque sólo haya ido una vez a esa librería. En todo caso, permanecí poco tiempo en Ibero. El local era demasiado angosto y no podía contemplar los libros con tranquilidad. Tal vez porque debía estar parada, tal vez porque casi todo estaba en repisas y no podías ver las carátulas, sino solo los títulos. No sé. Un sofá o un sillón no hubiera caido mal. Es más, sería perfecto. Un sofá por si no vienes solo, un sillón para que estés lo suficientemente cómodo; para que te sientes a ver, para que te enamores del libro y lo compres. Porque estoy segura de que es un enamoramiento, los pasos previos a la compra de un libro.

Pero bueno, a pesar del calor, del fastidio y de la incomodidad, me alegró mucho ver a Ibero en el óvalo Gutierrez, sumándose a la presencia de Crisol y Época. Porque da la impresión de que la oferta literaria está creciendo; de que las librerías tienen futuro en Lima, a pesar de la piratería. No importa si es solo una moda absurda, me basta con ver más librerías (incluso si suplen unas a las otras, porque eso muestra que es un mercado dinámico).